viernes, 28 de mayo de 2010

Escucha mi soledad

Las emociones cambian repentinamente, es algo que no podemos dominar, qué bueno fuera. Cometí el error de sentirme ajeno al sentimiento de la tristeza, estando protegido por Dios y su calor espiritual, me había olvidado que estoy hecho de carne, que no soy el único que se puede aislar, que cuando menos lo esperas, sin dar aviso, la soledad bloquea tus sentidos y se apodera de tu mente. Yo también me puedo equivocar.
Una palabra puede transformar todo lo que uno ha construido, puede herir, cual saeta que atraviesa el corazón, como la trampa en la que cae el oso, así de repentina puede ser, y peor aún.  Tan solo una palabra, dueña de muchos significados, envuelta con sentimientos, se interpone ante la mesura, bofetea y aprisiona. ¿Y dónde estás, cuando más te necesito?
Y aunque trate de negarlo, si hay tiempo para el dolor. Hasta recuerdo el día de mi nacimiento, lleno de sangre, sudando en llanto, lo que piensas y lo que sientes, reducido en esas lágrimas. Ahora estoy aquí, solo, con el corazón agitado y la mente vacía, dejándome llevar por el viento, llorando en silencio, con un gozo escandaloso disfrutando de esta lluvia, sin apuro y sin demora, sabiendo que pronto acabará, aunque desee lo contrario.
Ahora comprendo, que este sufrimiento es una necesidad, para que el cuerpo se fortalezca, porque estas lágrimas terminarán limpiando los insumos del dolor, preparando al hombre hacia un mañana distinto. Pero no eres el único, cada día crece la soledad, la no deseada, la temida. Oh soledad, yo no te deseaba de esa forma, que incauto fui, porque fuiste grata compañía cuando respiraba el humo,  y sentía la confianza de beber de tu conocimiento, creí conocerte pero tenías otro rostro, la arrogante que se recrea en mi llanto. Eres ley inquebrantable como las estaciones del año, por eso ya no fingiré, calmado estaré pendiente de poder aprender, una vez más como hoy que volví a llorar, y que pude sonreír al final. Punto aparte. 

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